Homilía del 16 de Marzo de 2019: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 16 de Marzo de 2019: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Del Libro de Deuteronomio
Dt 26, 16-19

En aquel tiempo, habló Moisés al pueblo y le dijo: «El Señor, tu Dios, te manda hoy que cumplas estas leyes y decretos; guárdalos, por lo tanto, y ponlos en práctica con todo tu corazón y con toda tu alma.

Hoy has oído al Señor declarar que él será tu Dios, pero sólo si tú caminas por sus sendas, guardas sus leyes, mandatos y decretos, y escuchas su voz.

Hoy el Señor te ha oído declarar que tú serás el pueblo de su propiedad, como él te lo ha prometido, pero sólo si guardas sus mandamientos. Por eso él te elevará en gloria, renombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho y tú serás un pueblo consagrado al Señor, tu Dios, como él te lo ha prometido».


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según Mateo
Mt 5, 43-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Sean, pues, perfectos como su Padre celestial es perfecto».


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


El siglo pasado, ¿cuántos cristianos, enviados a los gulag rusos o a los campos de concentración nazis rezaron por quien quería asesinarlos? «Muchos lo hicieron». Y se trata de ejemplos muy altos que tocan las conciencias de cada uno, porque llegar a «amar» a los propios enemigos, a quien quiere destruirte es, de todos modos, «difícil de entender»: solamente «la palabra de Jesús» puede explicarlo.

Fue este el tema sugerido por la liturgia del día, con el evangelio de Mateo (5, 43-48) sobre el que se detuvo a meditar el Papa Francisco durante la misa celebrada en Santa Marta […]. Una página que interpela, tanto que el Pontífice reveló: «Cuando, esta mañana rezaba sobre este texto, no encontraba el camino para hacer la prédica. Y pensé: “Pero Jesús tiene ideas que nosotros no podemos entender y no podemos recibir”».

El Papa intentó así descifrar el razonamiento que, humanamente, sería espontáneo e inmediato llevar adelante: «Es cierto, nosotros debemos perdonar a los enemigos: esto lo entendemos, el perdón, porque lo decimos todo los días en el Padre Nuestro; pedimos perdón como nosotros perdonamos: es una condición… Y nosotros perdonamos también para ser perdonados». Es una condición «no fácil» sino, incluso «con un poco de dificultad», practicable: «tragamos el orgullo y avanzamos».

Una fatiga que, añadió Francisco, consideramos poder afrontar incluso considerando el paso sucesivo: «rezar por los demás: rezar por aquellos que nos dan dificultad, que tienen un modo de ser agresivo en familia. Y rezar por aquellos que nos ponen a prueba: también esto es difícil, pero lo hacemos. O al menos, muchas veces conseguimos hacerlo». Pero es el nivel superior el que parece incomprensible: «rezar por aquellos que quieren destruirme, los enemigos, para que Dios los bendiga: esto es verdaderamente difícil de entender».

Difícil, pero no imposible. Y es aquí donde el Pontífice recordó las páginas más oscuras del siglo XX: «Pensemos en el siglo pasado, los pobres cristianos rusos que por el simple hecho de ser cristianos eran mandados a Siberia a morir de frío: y ¿ellos debían rezar por el gobernante verdugo que los mandaba allí? ¿Por qué? Y muchos lo hicieron: rezaron». Y de nuevo: «Pensemos en Auschwitz y en otros campos de concentración: ellos debían rezar por ese dictador que quería la raza pura y mataba sin escrúpulo y rezar para que Dios les bendijera, ¡a todos estos! Y muchos lo hicieron». De ahí la invitación que sacude las conciencias: «Rezar por aquel que está a punto de matarte, que busca matarte, destruirte…».

Una ayuda viene de la misma Escritura, en la que, explicó el Papa, «hay dos oraciones que nos hacen entrar en esta lógica difícil de Jesús: la oración de Jesús por aquellos que lo mataban —“perdónales, padre”— y también los justifica: “No saben lo que hacen”. Perdón: pide perdón para ellos». Después está Esteban (Hechos de los apóstoles 7, 60) que «hace lo mismo en el momento del martirio: “Perdónales”». Dos ejemplos altos frente a los que Francisco comentó: «Cuánta distancia, una infinita distancia entre nosotros que tantas veces no perdonamos pequeñas cosas» mientras el Señor «nos pide» aquello «de lo que nos ha dado ejemplo: perdonar a aquellos que intentan destruirnos».

El Pontífice continuó así esta confrontación entre la petición de Jesús y la debilidad humana, tocando concretamente algunos aspectos de la vida cotidiana: «En las familias es muy difícil, a veces, perdonarse». Sucede, por ejemplo, a los «cónyuges después de cualquier disputa» o al hijo «pedir perdón al padre»; y a veces es difícil también «perdonar a la suegra». Cada día se experimenta la dificultad de perdonar aunque sea a las personas que más amamos. Pero, es más «perdonar a aquellos que te están matando, que quieren quitarte de en medio… No solo perdonar: rezar por ellos, para que Dios los custodie. Es más: amarlos». Parece difícil, comentó el Papa: «solamente la palabra de Jesús puede explicar esto. Yo no soy capaz de ir más allá».

Por eso, Francisco sugirió releer el pasaje evangélico del día en el que Jesús dice: «“Habéis entendido lo que ha sido dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestro enemigos, rezad por aquellos que os persiguen, para que seáis hijos del Padre vuestro”. Que es universal, hace salir el sol para los buenos y para los malos». Un paso, hizo notar, que culmina en la invitación: «Vosotros, por lo tanto, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celeste». Y añadió: «Pidamos al Señor entender cualquier cosa de este misterio cristiano y pedir la gracia de ser perfectos como el Padre que todos sus bienes da a los buenos y a los malos».

Y después de esto, otro consejo: «Nos hará bien, hoy, pensar en un enemigo —creo que todos nosotros tenemos alguno— uno que nos ha hecho mal o que nos quiere hacer mal o que intenta hacer el mal». Después de ello, «recemos por él. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de amarlo». Porque si «la oración “mafiosa” es: “Me las pagarás”», la oración cristiana es: «Señor, dales tu bendición y enséñame a amarlo».

(Santa Marta, 19 de junio de 2018)


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