Homilía del 17 de setiembre de 2018: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 17 de setiembre de 2018: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA

1 Cor 11, 17-26

Hermanos: Con respecto a las reuniones de ustedes ciertamente no puedo alabarlas, porque les hacen más daño que provecho. En efecto, he sabido que, cuando se reúnen en asamblea, hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Es cierto que tiene que haber divisiones, para que se ponga de manifiesto quiénes tienen verdadera virtud.

De modo que, cuando se reúnen en común, ya no es para comer la cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro se embriaga. ¿Acaso no tienen su propia casa para comer y beber? ¿O es que desprecian a la asamblea de Dios y quieren avergonzar a los que son pobres? ¿Qué quieren que les diga? ¿Que los alabe? En esto no los alabo.

Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él».

Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.

EVANGELIO DEL DÍA

Lc 7, 1-10

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: «Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga». Jesús se puso en marcha con ellos.

Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: ‘¡Ve!’, y va; a otro: ‘¡Ven!’, y viene; y a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace».

Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande». Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

«Es una pena confesar no rezar por los gobernantes». Y esta oración debe hacerse sobre todo «para no dejar solos» a aquellos que tienen menos «conciencia» de que su poder no es absoluto sino que viene del pueblo y de Dios. Pero también «los gobernantes deben rezar para pedir la gracia» de servir lo mejor posible al pueblo que se les ha confiado. Y si no son creyentes, que al menos pidan consejo para no perder de vista el bien común y para salir, de todos modos, del pequeño contexto autorreferente del propio partido.

Es un auténtico y característico «manual del buen político» aquel que el Papa sugirió […], celebrando la misa en Santa Marta. Al comentar las lecturas de la liturgia, el Pontífice enseguida señaló que «en el centro están los gobernantes». En la primera lectura, trató la Primera Epístola a Timoteo (2, 1-8). Pablo aconseja «rezar por los gobernantes: por todos, también por aquellos que gobiernan». Después, en el Evangelio según San Lucas (7, 1-10) «hemos visto a un gobernante que reza: este centurión es un gobernante y tenía un problema con un siervo enfermo». Pero «hay una frase aquí que llama la atención: “Ama a nuestro pueblo”». Por lo tanto, afirmó Francisco, «está el gobernante que ama a un pueblo» incluso siendo «extranjero». Y «amaba a su siervo: porque amaba se preocupaba y porque se preocupaba fue a buscar la solución para resolver este problema de la enfermedad. Y acudió a Jesús y rezó».

«Este hombre —señaló en Pontífice— sintió la necesidad de la oración, pero, ¿por qué?. Porque amaba, ciertamente». Pero también «porque tenía la conciencia de no ser el dueño de todo, de no ser la última instancia». San Lucas reporta las palabras del centurión romano: «porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes». Son palabras que, explicó el Papa, expresan «la conciencia del gobernante que sabe que sobre él hay otro que manda. Y esto lo lleva a rezar».

«El gobernante que tiene esta conciencia, reza», ratificó el Papa. Por lo demás, «si no reza, se cierra en la propia autorreferencia o en aquella de su partido, en ese círculo del que no puede salir: es un hombre cerrado en sí mismo». Pero «cuando ve los problemas reales y tiene esta conciencia de subalterno, un gobernante reza» explicó. Porque tiene la conciencia de «que hay otro que tiene más poder que él».

Claro, añadió, quisiera preguntaros «¿quién tienen más poder que un gobernante?», y la respuesta, dijo Francisco, es «el pueblo, que le ha dado el poder y Dios, de quien viene el poder a través del pueblo».

«Es muy importante —insistió el Pontífice— la oración del gobernante, tan importante porque es la oración por el bien común del pueblo que le ha sido confiado». Y precisamente a este propósito, confió: «Recuerdo un vez, hace tiempo, que un gobernante me dijo esto: “Yo todos los días me tomo dos horas de silencio delante de Dios”. Yo pensé: “Pero este gobernante está atareado, tantas cosas…”». Pero realmente es importante, explicó de nuevo Francisco, «pedir la gracia de poder gobernar bien». Y así, «cuando Dios pide a Salomón: “¿Qué quieres: oro, plata, riquezas, poder, qué?”, ¿cuál fue la respuesta de Salomón?, “dame sabiduría para gobernar”».

Precisamente «por esto —afirmó el Papa— los gobernantes deben pedir esta sabiduría: “Señor, dame sabiduría; Señor, no me quites la conciencia de subalterno de ti y del pueblo, que mi fuerza la encuentras allí y no en el pequeño grupo o en mí mismo”».

Por lo tanto, repitió el Pontífice, «es muy importante que los gobernantes recen: es muy importante». Pero, prosiguió, tal vez «alguno pueda decirme: “Padre, es cierto eso que usted dice, pero yo no soy creyente, yo soy agnóstico, soy ateo”». La respuesta del Papa fue: «De acuerdo, pero mídete: si no puedes rezar, mídete con tu conciencia; mídete con los sabios; llama a los sabios de tu pueblo y mídete». Por eso, «si no puedes rezar, al menos haz esto, pero no te quedes solo con el pequeño grupo de tu partido. No, esto es autorreferente: sal, busca el consejo fuera o en la oración o confrontándote con aquellos que pueden aconsejarte». Y «esta es la oración del gobernante».

En la primera lectura, recordó Francisco, «Pablo nos habla y nos aconseja rezar por los gobernantes: “Que se hagan —aconseja— preguntas, súplicas, oraciones y agradecimientos para todos los hombres, para el rey —todos los reyes— y para todos aquellos que están en el poder, para los gobernantes, para que podamos llevar una vida calmada y tranquila, digna, dedicada a Dios». Por lo tanto, recomienda Pablo, «el pueblo debe rezar por los gobernantes y nosotros no tenemos una conciencia fuerte sobre esto: cuando un gobernante hace una cosa que no nos gusta, decimos cosas feas; si hace una cosa que nos gusta: ¡Ah, qué bueno!”. Pero lo dejamos solo, lo dejamos con su partido, dejamos que se las arregle con el Parlamento, con esto, pero no solo».

Y tal vez hay quien se desenvuelve diciendo: «Yo lo he votado» o «yo no lo he votado, que haga lo suyo». En cambio, insistió Francisco, «nosotros no podemos dejar a los gobernantes solos: debemos acompañarlos con la oración». Los cristianos «deben rezar por los gobernantes». Y también en este caso, señaló el Papa, alguno podrá objetar: «Padre, ¿cómo voy a rezar por este que hace tantas cosas malas?». Pero precisamente entonces «tiene más necesidad aún: reza, ¡haz penitencia por el gobernante!». «La oración de intercesión —es tan bonito esto que dice Pablo— es para todos los reyes, para todos aquellos que están en el poder», prosiguió el Pontífice. Y lo es «porque podemos conducir una vida calmada y tranquila». De hecho, «cuando el gobernante es libre y puede gobernar en paz, todo el pueblo se beneficia de esto». «Nosotros debemos crecer en esta conciencia de rezar por los gobernantes» repuso el Papa. Es más: «Yo os pido un favor: que cada uno de vosotros tome hoy cinco minutos, no más. Si es un gobernante, que se pregunte: “¿Yo rezo a aquello que me ha dado el poder a través del pueblo?”. Si no es gobernante, “¿yo rezo por los gobernantes? Sí, por esto y por aquello, sí porque me gusta, por aquellos, no”». Pero son precisamente aquellos los que «tienen más necesidad». Por lo tanto, es oportuno preguntarnos: «¿Rezo por todos los gobernantes?. Y si encontráis, cuando hacéis examen de conciencia para confesaros, que no habéis rezado por los gobernantes, contad esto en la confesión. Porque no rezar por los gobernantes es un pecado».

Como conclusión, el Papa sugirió pedir «al Señor en esta misa la gracia de que nos enseñe a rezar por nuestros gobernantes: por todos aquellos que están en el poder, dice Pablo que nos enseña». Y «también la gracia de que los gobernantes recen».

(Casa Santa Marta, 18 de septiembre de 2017).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *