Homilía del 18 de Abril de 2019: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 18 de Abril de 2019: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Primera Lectura

Del libro del Éxodo
Ex 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.

Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor.

Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto.

Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua’ «.

Segunda Lectura

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios
1 Cor 11, 23-26

Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he trasmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él».

Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según John
Jn 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.

Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?» Jesús le replicó: «Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «Tú no me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Entonces le dijo Simón Pedro: «En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos». Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios’.

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan».


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


Jesús termina su discurso diciendo: «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros» (Juan 13, 15). Lavar los pies. Los pies, en esa época, eran lavados por los esclavos. La gente recorría el camino, no había asfalto, no había «sanpietrini»; en aquel tiempo había polvo en el camino y la gente se manchaba los pies. Y en la entrada de la casa estaban los esclavos que lavaban los pies. Era un trabajo por esclavos. Pero era un servicio: un servicio hecho de esclavos. Y Jesús quiere hacer este servicio, para darnos un ejemplo de cómo nosotros debemos servirnos los unos a los otros.

Una vez, cuando estaban en camino, dos de los discípulos que querían hacer carrera, habían pedido a Jesús ocupar puestos importantes, uno a la derecha y otro a la izquierda (cf. Marcos 10, 35-45). Y Jesús los miró con amor —Jesús miraba siempre con amor— y dijo: «No sabéis lo que pedís» (v. 38). Los jefes de las naciones —dice Jesús— mandan, se hacen servir, y ellos están bien (cf. v. 42). Pensemos en esa época de los reyes, de los emperadores tan crueles, que se hacían servir por los esclavos… Pero entre vosotros —dice Jesús— no debe ser lo mismo: quien manda debe servir. Vuestro jefe debe ser vuestro servidor (cf. v. 43). Jesús da la vuelta a la costumbre histórica, cultural de esa época —también esta de hoy —aquel que manda, para ser un buen jefe, sea donde sea, debe servir. Yo pienso muchas veces —no en este tiempo porque cada uno todavía está vivo y tiene la oportunidad de cambiar de vida y no podemos juzgar, pero pensemos en la historia— si muchos reyes, emperadores, jefes de Estado hubieran entendido esta enseñanza de Jesús y en vez de mandar, ser crueles, matar gente, hubieran hecho esto, ¡cuántas guerras no se hubieran hecho! El servicio: realmente hay gente que no facilita esta actitud, gente soberbia, gente odiosa, gente que quizá nos desea el mal; pero nosotros estamos llamados a servirles más. Y también hay gente que sufre, que está descartada por la sociedad, al menos por un periodo, y Jesús va ahí a decirles: Tú eres importante para mí. Jesús viene a servirnos, y la señal que Jesús nos sirve hoy aquí, en la cárcel de Regina Coeli, es que ha querido elegir a doce de vosotros, como los doce apóstoles, para lavar los pies. Jesús arriesga sobre cada uno de nosotros. Sabed esto: Jesús se llama Jesús, no se llama Poncio Pilato. Jesús no sabe lavarse las manos: ¡solamente sabe arriesgar! Mirad esta imagen tan bonita: Jesús arrodillado entre las espinas, arriesgando herirse para tomar la oveja perdida.

Hoy yo, que soy pecador como vosotros, pero represento a Jesús, soy embajador de Jesús. Hoy, cuando yo me arrodillo delante de cada uno de vosotros, pensad: «Jesús ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir a mí y decirme que me ama». Este es el servicio, este es Jesús: no nos abandona nunca, no se cansa nunca de perdonarnos. Nos ama mucho. ¡Mirad cómo arriesga Jesús! Y así, con estos sentimientos, vamos adelante con esta ceremonia que es simbólica. Antes de darnos su cuerpo y su sangre, Jesús arriesga por cada uno de nosotros, y arriesga en el servicio porque nos ama mucho.

(Homilia del Jueves santo, 29 de marzo de 2018)


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