Homilía del 2 de Septiembre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 2 de Septiembre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


De la Primera Carta de Pablo a los Tesalonicenses
1 Tes 4, 13-18

Hermanos: No queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer que, a los que murieron en Jesús, Dios los llevará con él.

Lo que les decimos, como palabra del Señor, es esto: que nosotros, los que quedemos vivos para cuando venga el Señor, no tendremos ninguna ventaja sobre los que ya murieron.

Cuando Dios mande que suenen las trompetas, se oirá la voz de un arcángel y el Señor mismo bajará del cielo. Entonces, los que murieron en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los que quedemos vivos, seremos arrebatados, juntamente con ellos entre nubes, por el aire, para ir al encuentro del Señor, y así estaremos siempre con él.

Consuélense, pues, unos a otros con estas palabras.


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según Lucas
Lc 4, 16-30

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”

Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ ”.

Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


¡Es bonito cómo se presenta Jesús, cuál es el carnet de identidad de Jesús en la sinagoga de Nazaret! Escuchemos cómo lo hace: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva» (Lucas 4, 18). Jesús se presenta en la sinagoga de su pueblo como el Ungido, Aquel que ha sido ungido por el Espíritu.

Jesús está lleno de Espíritu Santo y es la fuente del Espíritu prometido por el Padre (cf. Juan 15, 26; Lucas 24, 49; Hechos 1, 8; 2, 33). En realidad, la noche de Pascua el Resucitado sopló sobre sus discípulos diciéndoles: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20, 22); y en el día de Pentecostés la fuerza del Espíritu desciende sobre los Apóstoles de forma extraordinaria (cf. Hechos 2, 1-4), como conocemos.

La «respiración» del Cristo Resucitado llena de vida los pulmones de la Iglesia; y, de hecho, la boca de los discípulos, «colmados de Espíritu Santo», se abren para proclamar a todos las grandes obras de Dios (cf. Hechos 2, 1-11). […]

Si en cada sacramento obra el Espíritu, está de modo especial en la confirmación, ya que «los fieles reciben como Don al Espíritu Santo» (Pablo vi, Cost. ap. Divinae consortium naturae). Y en el momento de hacer la unción, el obispo dice esta palabra: «Recibe al Espíritu Santo que te ha sido dado como don»: es el gran don de Dios, el Espíritu Santo. Y todos nosotros tenemos al Espíritu dentro.

El Espíritu está en nuestro corazón, en nuestra alma. Y el Espíritu nos guía en la vida para que nos convirtamos en la sal correcta y en la luz correcta para los hombres.

(Audiencia General, 23 de mayo de 2018)


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