Homilía del 6 de Noviembre de 2018: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 6 de Noviembre de 2018: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Flp 2, 5-11

Hermanos:
Tengan los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús,
el cual, siendo Dios,
no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de siervo,
y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo
y por obediencia aceptó incluso la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.


EVANGELIO DEL DÍA


Lc 14, 15-24

En aquel tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: «Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios».

Entonces Jesús le dijo: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: ‘Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes’. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes’. Y otro más le dijo: ‘Acabo de casarme y por eso no puedo ir’.

Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el señor se enojó y le dijo al criado: ‘Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos’.

Cuando regresó el criado, le dijo: ‘Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar’. Entonces el amo respondió: ‘Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete’ «.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


«La existencia cristiana es una invitación» gratuita a la fiesta; una invitación que no se puede comprar, porque viene de Dios, y a quien es necesario responder con la participación y con el compartir. Es la reflexión sugerida por el Papa Francisco de las lecturas litúrgicas (Rm 12, 5-16a; Lc 14, 15-24) de la misa celebrada […], por la mañana, en Santa Marta. Lecturas —explicó— que «nos muestran cómo es el carné de identidad del cristiano; cómo es un cristiano».

El Obispo de Roma identificó las modalidades de esta invitación —se trata, dijo, de «una invitación gratuita— y el remitente: Dios. Pero la gratuidad, advirtió, implica también consecuencias, la primera de las cuales es que si no se ha sido invitado, no se puede reaccionar sencillamente respondiendo: «Compraré la entrada parar ir». En efecto, «no se puede. Para entrar —afirmó el Santo Padre— no se puede pagar: o eres invitado o no puedes entrar. Y si en nuestra conciencia no tenemos esta certeza de estar invitado, no hemos comprendido lo que es un cristiano. Somos invitados gratuitamente, por pura gracia de Dios, puro amor del Padre. Fue Jesús, con su sangre, quien nos abrió esta posibilidad».

El Papa Francisco clarificó luego qué significa en concreto la invitación del Señor para cada cristiano: no es una invitación «a dar un paseo», sino «a una fiesta, a la alegría: a la alegría de estar salvado, a la alegría de ser redimido», de compartir la vida con Jesús. Y sugirió también qué debe entenderse con el término «fiesta»: «una reunión de personas que hablan, ríen, festejan, son felices» dijo. Pero el elemento principal es precisamente la «reunión» de más personas. «Yo, entre las personas mentalmente normales, nunca he visto a alguien que festeje solo: sería un poco aburrido», explicó con una broma, mencionando la triste imagen de quien trata de «abrir la botella de vino» para brindar solo.

La fiesta, por lo tanto, exige estar en compañía, «con los demás, en familia, con los amigos». La fiesta, en definitiva, «se comparte». Por ello ser cristiano implica «pertenencia. Se pertenece a este cuerpo», formado por «gente que ha sido invitada a la fiesta»; una fiesta que «nos une a todos», una «fiesta de unidad».

El pasaje del evangelio de san Lucas ofrece, entre otras cosas, «la lista de los que fueron invitados»: los pobres, los lisiados, los ciegos y los cojos. «Quienes tienen problemas —destacó el Pontífice— y son un poco marginados por la normalidad de la ciudad, serán los primeros en esta fiesta». Pero también hay sitio para todos los demás; es más, en la versión de Mateo el Evangelio clarifica aún mejor: «Todos, buenos y malos». Y de ese «todos» el Santo Padre expresa la consecuencia de que «la Iglesia no es sólo para las personas buenas», sino que «también los pecadores, todos nosotros pecadores hemos sido invitados», para dar vida a «una comunidad que tiene dones diversos». Una comunidad en la cual «todos tienen una cualidad, una virtud», porque la fiesta se hace poniendo en común lo que cada uno tiene.

En resumen, «en la fiesta se participa totalmente». No nos podemos limitar a decir: «Voy a la fiesta, pero me detengo en el primer saludo, porque debo estar sólo con tres o cuatro que conozco». Porque «esto no se puede hacer en la Iglesia: o entras con todos o permaneces fuera. No puedes hacer una selección».

Un ulterior aspecto analizado por el Pontífice se refiere a la misericordia de Dios, que alcanza incluso a cuantos rechazan la invitación o fingen aceptarla pero no participan plenamente en la fiesta. La ocasión, una vez más, surgió del pasaje de Lucas, que enumera las excusas presentadas por algunos de los invitados demasiado atareados. Quienes «participan en la fiesta sólo de nombre: no aceptan la invitación, dicen sí», pero es un no. Para el Papa Francisco son los precursores de esos «cristianos que se contentan sólo con estar en la lista de los invitados. Cristianos “catalogados”». Sin embargo, estar «catalogados como cristianos», lamentablemente, no «es suficiente. Si no entras a la fiesta, no eres cristiano; estarás en la lista, pero esto no sirve para tu salvación», advirtió el Papa.

Resumiendo, el Pontífice enumeró cinco significados relacionados con la imagen de «entrar a la iglesia» y, como consecuencia, «entrar en la Iglesia». Ante todo se trata de «una gracia, una invitación; no se puede comprar este derecho». En segundo lugar, comporta el «formar comunidad, compartir todo lo que tenemos —las virtudes, las cualidades que el Señor nos ha dado— en el servicio de unos por otros». Además, requiere «estar disponibles para lo que el Señor nos pide». Y quiere decir también «no pedir caminos especiales o puertas especiales». Por último, significa «entrar en el pueblo de Dios que camina hacia la eternidad» y donde «nadie es protagonista», porque «tenemos Uno que hizo todo» y sólo Él puede ser «el protagonista». De aquí la exhortación del Papa Francisco a ponernos «todos detrás de Él; y quien no está detrás de Él, es uno que se excusa».

Cierto, advirtió el Santo Padre, «el Señor es muy generoso» y «abre todas las puertas». Él «comprende incluso a quien le dice: No, Señor, no quiero ir contigo. Le comprende y le espera, porque es misericordioso». Pero no acepta las mentiras: «Al Señor —subrayó— no le gusta ese hombre que dice sí y obra un no. Que aparenta agradecer por muchas cosas hermosas, pero en realidad va por su camino; que tiene buenas maneras, pero hace su propia voluntad, no la del Señor».

He aquí, entonces, la invitación conclusiva del Papa, que exhortó a pedir a Dios la gracia de comprender «cuán hermoso es estar invitados a la fiesta, cuán hermoso es compartir con todos las propias cualidades, cuán hermoso es estar con Él»; y, al contrario, cuán «desagradable es jugar entre el sí y el no; decir sí, pero solamente contentarse» con estar «catalogados» en la lista de los cristianos.

(Santa Marta, 5 de noviembre de 2013).


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *