Homilía del 14 de Octubre de 2018: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 14 de Octubre de 2018: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA

PRIMERA LECTURA

Sab 7, 7-11

Supliqué y se me concedió la prudencia;
invoqué y vino sobre mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a los cetros y a los tronos,
y en comparación con ella tuve en nada la riqueza.
No se puede comparar con la piedra más preciosa,
porque todo el oro, junto a ella, es un poco de arena
y la plata es como lodo en su presencia.

La tuve en más que la salud y la belleza;
la preferí a la luz, porque su resplandor nunca se apaga.
Todos los bienes me vinieron con ella;
sus manos me trajeron riquezas incontables.

SEGUNDA LECTURA

Heb 4, 12-13

Hermanos: La palabra de Dios es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. Llega hasta lo más íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y descubre los pensamientos e intenciones del corazón. Toda creatura es transparente para ella. Todo queda al desnudo y al descubierto ante los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas.

EVANGELIO DEL DÍA

Mc 10, 17-30

n aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?» Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre».

Entonces él le contestó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme». Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: «¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: «Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios».

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: «Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible».

Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte».

Jesús le respondió: «Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna».

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

Pedir al Señor que mande a su Iglesia religiosas y sacerdotes libres «de la idolatría de la vanidad, de la idolatría de la soberbia, de la idolatría del poder, de la idolatría del dinero». Rezar con la consciencia de que las vocaciones están, pero se necesitan jóvenes valientes, capaces de responder a la llamada siguiendo a Jesús «de cerca» y teniendo el corazón sólo para Él. Es ésta la «oración por las vocaciones» que el Papa Francisco indicó durante la misa que celebró el lunes 3 de marzo, por la mañana, en Santa Marta.

La meditación del Pontífice se inspiró en el tema del pasaje evangélico que relata el encuentro de Jesús con el joven rico (Mc 10, 17-27). Es «una historia», dijo, que «hemos escuchado muchas veces»: un hombre «busca a Jesús y se postra de rodillas ante Él». Y lo hace «delante de la multitud» porque «tenía muchas ganas de escuchar las palabras de Jesús» y «en su corazón algo lo impulsaba». Así, «de rodillas delante de Él», le preguntó que debía hacer para heredar la vida eterna. El corazón de este hombre, destacó el Papa, estaba movido «por el Espíritu Santo». Era, en efecto, «un hombre bueno —explicó trazando su perfil— porque desde su juventud había cumplido los mandamientos». Ser «bueno», sin embargo, «no era suficiente para él: quería más. El Espíritu Santo lo impulsaba».

En efecto, continuó el Pontífice, «Jesús fijó la mirada en él, contento al oír estas cosas». Tan fue así que «el Evangelio dice que lo amó». Por lo tanto, «incluso Jesús sentía este entusiasmo. Y le hace la propuesta: vende todo y ven conmigo a predicar el Evangelio». Pero, se lee en el relato del evangelista, «el hombre, al escuchar estas palabras, frunció el ceño y se marchó triste».

Ese hombre bueno «había venido con esperanza, con alegría, a encontrarse con Jesús. Hizo su petición. Escuchó las palabras de Jesús. Y tomó una decisión: marcharse». Así, «aquella alegría que lo impulsaba, la alegría del Espíritu Santo, se convierte en tristeza». Marcos cuenta, en efecto, que «se marchó de allí porque poseía muchos bienes».

El problema, comentó el Papa, era que «su corazón inquieto» por obra del «Espíritu Santo, que lo impulsaba a acercarse a Jesús y a seguirlo, era un corazón que estaba lleno». Pero «no tuvo el valor de vaciarlo. E hizo la elección: el dinero». Tenía «un corazón lleno de dinero». Y eso que no «era un ladrón, un malhechor. Era un hombre bueno: jamás había robado, jamás había estafado». Su dinero «era dinero honesto». Pero «su corazón estaba encarcelado allí, estaba atado al dinero y no tenía la libertad de elegir». Así, al final, «el dinero eligió por él».

El Evangelio de Marcos continúa con el discurso de Jesús sobre la riqueza. Pero el Pontífice se centró en particular en el discurso de la vocación. Y dirigió el pensamiento a todos aquellos jóvenes que «sienten en su corazón esta llamada a acercarse a Jesús. Y están entusiasmados, no tienen miedo de ir ante Jesús, no tienen vergüenza de postrarse». Precisamente como hizo el joven rico, con un «signo público», con «una demostración pública de su fe en Jesucristo».

Para el Papa Francisco también hoy son muchos los jóvenes que quieren seguir a Jesús. Pero «cuando tienen el corazón lleno de otra cosa, y no son tan valientes para vaciarlo, dan un paso atrás». Y así «esa alegría se convierte en tristeza». Cuántos jóvenes, constató, tienen esa alegría de la que habla san Pedro en la primera carta (1, 3-9) proclamada durante la liturgia: «y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe». En verdad, estos jóvenes son «muchos, pero hay algo en medio que los detiene».

En realidad, destacó el Pontífice, «cuando pedimos al Señor» que envíe «vocaciones para que anuncien el Evangelio, Él las envía». Está quien dice desconsolado: «Padre, pero que mal va el mundo: no hay vocaciones religiosas, no hay vocaciones sacerdotales, estamos perdidos». En cambio, subrayó el Papa, vocaciones «hay muchas». Pero entonces —se preguntó— «si hay muchas, ¿por qué debemos rezar para que el Señor las envíe?». La respuesta del Papa fue clara: «Debemos rezar para que el corazón de estos jóvenes se pueda vaciar: vaciarse de otros intereses, de otros amores. Para que su corazón llegue a ser libre». He aquí la auténtica, gran «oración por las vocaciones: Señor, envíanos religiosas, envíanos sacerdotes; defiéndelos de la idolatría de la vanidad, de la idolatría de la soberbia, de la idolatría del poder, de la idolatría del dinero». Entonces, «nuestra oración es para preparar estos corazones para poder seguir de cerca a Jesús».

Volviendo al pasaje evangélico, el Santo Padre no ocultó que la figura del joven rico suscita una cierta participación, que nos lleva a decir: «Pobrecito, tan bueno y luego tan infeliz, porque no se marchó feliz», tras el diálogo con Jesús. Y hoy hay muchos jóvenes como él. Pero —y ésta fue la pregunta del Papa— «¿qué hacemos por ellos?». La primera cosa que se debe hacer es rezar: «Ayuda, Señor, a estos jóvenes a ser libres y no esclavos», de modo «que tengan el corazón sólo para Ti». De este modo «la llamada del Señor puede llegar, puede dar fruto».

El Papa Francisco concluyó su meditación invitando a recitar con frecuencia «esta oración por las vocaciones». Con la consciencia de que «las vocaciones están»: nos corresponde a nosotros rezar y hacer que «aumenten, que el Señor pueda entrar en esos corazones y dar esta “alegría indecible y gloriosa” que tiene toda persona que sigue de cerca a Jesús».

(Santa Marta, 3 de marzo de 2014).

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