Homilía del 16 de Julio de 2022: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 16 de Julio de 2022: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura de la profecía de Miqueas

Miq 2, 1-5

¡Ay de aquellos que planean injusticias,
que traman el mal durante la noche
y al despuntar la mañana, lo ejecutan,
porque son gente poderosa!

Codician los campos y los roban,
codician las casas y las usurpan,
violando todos los derechos
arruinan al hombre y lo despojan de su herencia.

Por eso dice el Señor:
“Estoy planeando contra esta gente
una serie de calamidades
de las que no podrán escapar.
Entonces ya no caminarán con altivez,
porque será un tiempo de desgracias.
Aquel día, la gente se burlará de ellos
y les cantará un triste canto:
Nos han despojado de todo
y se han repartido nuestras tierras;
se han apoderado de nuestra herencia
y no hay quien nos la devuelva”.

Por eso dice el Señor:
“Cuando la asamblea del pueblo
distribuya nuevamente las tierras,
no habrá parte para ellos”.


EVANGELIO DEL DÍA


Lectura del santo evangelio según san Mateo

Mt 12, 14-21

En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:

Miren a mi siervo, a quien sostengo;
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi Espíritu,
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará ni clamará,
no hará oír su voz en las plazas,
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea,
hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra;
y en él pondrán todas las naciones su esperanza.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

El profeta Isaías proclama también la justicia del Siervo de Dios, que lleva a cabo su misión en el mundo con un estilo contrario al espíritu mundano: «No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz. Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará» (42, 2-3). Es la actitud de mansedumbre ―es lo que Jesús nos enseña con su humildad, la mansedumbre―, la actitud de sencillez, respeto, moderación y ocultamiento, que se requiere aún hoy de los discípulos del Señor. Cuántos ―es triste decirlo―, cuántos discípulos del Señor alardean como discípulos del Señor. No es un buen discípulo el que alardea de ello. El buen discípulo es el humilde, el manso que hace el bien sin ser visto.

(Ángelus, 12 enero 2020)

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