Homilía del 18 de Setiembre de 2023: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 18 de Setiembre de 2023: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo

1 Tm 2, 1-8

Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.

Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos.

El dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.

Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.


EVANGELIO DEL DÍA

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

Lc 7, 1-10

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: «Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga». Jesús se puso en marcha con ellos.

Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: ‘¡Ve!’, y va; a otro: ‘¡Ven!’, y viene; y a mi criado: ‘¡Haz esto!’, y lo hace».

Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande». Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

El evangelio de hoy nos habla de servicio, mostrándonos dos siervos de los que podemos sacar preciosas lecciones: el siervo del centurión, que es curado por Jesús, y el centurión mismo, al servicio del emperador. Las palabras que envía para avisar a Jesús, para que no venga a su casa, son sorprendentes y muchas veces son lo contrario de nuestras oraciones: «¡Señor, no te molestes! No soy digno de que entres bajo mi techo» (Lc 7,6); “No me consideré digno de ir a vosotros” (v. 7); «De hecho, también yo estoy en condición de subordinado» (v. 8). Ante estas palabras, Jesús queda asombrado. Le sorprende la gran humildad del centurión, su mansedumbre. (…) Ante el problema que lo aquejaba, pudo haberse agitado y exigido ser escuchado, haciendo valer su autoridad; podría haber persuadido insistentemente, e incluso obligado, a Jesús a ir a su casa. En cambio, se muestra pequeño, discreto, amable, no alza la voz y no quiere molestar. Se comporta, quizás sin saberlo, según el estilo de Dios, que es «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). De hecho, Dios, que es amor, por amor llega incluso a servirnos: con nosotros es paciente, benévolo, siempre dispuesto y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y busca la manera de ayudarnos y hacernos felices. mejor. Estos son también los rasgos apacibles y humildes del servicio cristiano, que es imitar a Dios sirviendo a los demás: acogerlos con amor paciente, comprenderlos sin cansarse, hacerlos sentir acogidos, en casa, en la comunidad eclesial, donde no es grande quien manda, sino que sirve (ver Lucas 22:26).

(Homilía para el Jubileo de los Diáconos, 29 de mayo de 2016)

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