Homilía del 19 de Marzo de 2020: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 19 de Marzo de 2020: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Primera lectura

Lectura del segundo Libro de Samuel
2 Sm 7, 4-5. 12-14. 16

En aquellos días, el Señor le habló al profeta Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto: ‘Cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino.
Él me construirá una casa y yo consolidaré su trono para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos
Rm 4, 13. 16-18. 22

Hermanos: La promesa que Dios hizo a Abraham y a sus descendientes, de que ellos heredarían el mundo, no dependía de la observancia de la ley, sino de la justificación obtenida mediante la fe.
En esta forma, por medio de la fe, que es gratuita, queda asegurada la promesa para todos sus descendientes, no sólo para aquellos que cumplen la ley, sino también para todos los que tienen la fe de Abraham. Entonces, él es padre de todos nosotros, como dice la Escritura: Te he constituido padre de todos los pueblos.
Así pues, Abraham es nuestro padre delante de aquel Dios en quien creyó y que da la vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que todavía no existen. Él, esperando contra toda esperanza, creyó que habría de ser padre de muchos pueblos, conforme a lo que Dios le había prometido: Así de numerosa será tu descendencia. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según san Mateo
Mt 1, 16. 18-21. 24

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de hoy, que es del cuarto y último domingo de Adviento, está caracterizada por el tema de la proximidad, la cercanía de Dios a la humanidad. El pasaje del Evangelio (cfr Mt 1,18-24) nos muestra a las dos personas que más que cualquier otra están envueltas en este misterio de amor: la Virgen María y su esposo José. Misterio de amor, misterio de cercanía de Dios con la humanidad.

María es presentada a la luz de la profecía que dice: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo» (v. 23). El evangelista Mateo reconoce que aquello ha acontecido en María, quien ha concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo (cfr v. 18). El Hijo de Dios “viene” en su vientre para convertirse en hombre y le da la bienvenida. Así, de manera única, Dios se ha acercado al ser humano tomando la carne de una mujer. También a nosotros, de una manera diferente, Dios se acerca con su gracia para entrar en nuestra vida y ofrecernos en don a su Hijo. Y nosotros ¿qué hacemos? ¿Lo acogemos, lo dejamos acercarse o lo rechazamos, lo echamos? Como María, ella está ofreciéndose libremente al Señor de la historia, se le ha permitido cambiar el destino de la humanidad, así también nosotros, acogiendo a Jesús y tratando de seguirlo todos los días, podemos cooperar con su plan de salvación para nosotros y el mundo. Por lo tanto María se nos presenta como el modelo al cual seguir y apoyar sobre la cual podemos confiar en nuestra búsqueda de Dios, en nuestra cercanía a Dios, con este dejar que Dios se acerque a nosotros, y en nuestro compromiso por construir la civilización del amor.

El otro protagonista del Evangelio de hoy es San José. El evangelista pone en evidencia cómo José por sí solo no pueda darse una explicación del acontecimiento que ve verificarse frente a sus ojos, o sea el embarazo de María. Precisamente entonces, en aquel momento de la duda, también del miedo, Dios se le acerca con un mensajero suyo y él es iluminado sobre la naturaleza de aquella maternidad: “porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo” (v. 20). Así, frente al evento extraordinario, que ciertamente suscita en su corazón tantas interrogantes, se confía totalmente en Dios que se le acerca y, siguiendo su invitación, no repudia a su comprometida sino que la toma consigo y la desposa. Acogiendo a María, José acoge conscientemente y con amor a Aquel que ha sido concebido en ella por obra admirable de Dios, para quien nada es imposible. José, hombre humilde y justo (cfr v. 19), nos enseña a confiarnos siempre en Dios, que se nos acerca: cuando Dios se nos acerca debemos confiarnos. José nos enseña a dejarnos guiar por Él con voluntaria obediencia.

Estas dos figuras, María y José, que han sido los primeros en acoger a Jesús mediante la fe, nos introducen en el misterio de la Navidad. María nos ayuda a colocarnos en actitud de disponibilidad para acoger al Hijo de Dios en nuestra vida concreta, en nuestra carne. José nos insta a buscar siempre la voluntad de Dios y a seguirla con total confianza. Ambos están dispuestos para acercarse a Dios.

La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros” (Mt 1,23). ). Así dice el ángel: “Emanuel se llamará el niño, que significa Dios-con-nosotros” o sea Dios cerca a nosotros. Y a Dios que se acerca yo le abro la puerta – al Señor- cuando siento una inspiración interior, cuando siento que me pide hacer algo más por los demás, cuando me llama a la oración. Dios-con-nosotros, el Dios que se acerca. Que este anuncio de esperanza, que se cumple en Navidad, lleve a cumplimiento la espera de Dios también en cada uno de nosotros, en toda la Iglesia, y en tantos pequeños que el mundo desprecia, pero que Dios ama y a los cuales se acerca.

(Angelus, 18 de diciembre de 2016)


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