Homilía del 23 de Enero de 2020: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 23 de Enero de 2020: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura del primer libro de Samuel
1 Sm 18, 6-9; 19, 1-7

En aquellos días, cuando David regresaba de haber matado al filisteo, las mujeres de todos los poblados salieron a recibir al rey Saúl, danzando y cantando al son de tambores y panderos, y dando grandes gritos de alegría. Al danzar, las mujeres cantaban a coro:
“Mató Saúl a mil,
pero David a diez mil”.
A Saúl le cayeron muy mal esas palabras y se enojó muchísimo y comentó: “A David le atribuyen diez mil, y a mí tan sólo mil. Lo único que le falta es ser rey”. Desde entonces, Saúl miraba a David con rencor.
Un día, Saúl comunicó a su hijo Jonatán y a sus servidores que había decidido matar a David. Pero Jonatán quería mucho a David y le dijo a éste: “Mi padre Saúl trata de matarte. Cuídate, pues, mucho, mañana por la mañana. Retírate a un lugar seguro y escóndete. Yo saldré con mi padre por el campo donde tú estés y le hablaré de ti; veré qué piensa y te lo avisaré”.
Habló entonces Jonatán a su padre en favor de David y le dijo: “No hagas daño, señor mío, a tu siervo David, pues él no te ha hecho ningún mal, sino grandes servicios. Arriesgó su vida para matar al filisteo, con lo cual el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Tú mismo lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, quieres hacerte reo de sangre inocente, matando a David sin motivo?” Al oír esto, se aplacó Saúl y dijo: “Juro por Dios que David no morirá”.
Entonces Jonatán llamó a David y le contó lo sucedido. Luego lo condujo ante Saúl, y David continuó a su servicio, como antes.


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según Marcos
Mc 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.
Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.
En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


Cada vez que Jesús salía, había más gente. Pero buscaba otra cosa: buscaba personas. Y la gente lo buscaba: la gente tenía sus ojos fijos en Él y Él tenía sus ojos fijos en las personas. Y esta es la peculiaridad de la mirada de Jesús: Jesús no masifica a las personas: Jesús mira a todos. Nos mira a todos, pero nos mira a cada uno de nosotros. Mire nuestros grandes problemas o nuestras grandes alegrías, y mire también las pequeñas cosas sobre nosotros. Porque está cerca ¡Pero no tenemos miedo! Corremos por este camino, siempre mirando a Jesús, y tendremos esta hermosa sorpresa: Jesús mismo ha puesto su mirada en mí.

(Homilía Santa Marta, 31 de enero de 2017)


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *