Homilía del 25 de Octubre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 25 de Octubre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos
Rom 7, 18-25

Hermanos: Bien sé yo que nada bueno hay en mí, es decir, en mi naturaleza humana deteriorada por el pecado. En efecto, yo puedo querer hacer el bien, pero no puedo realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero; y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado, que habita en mí.

Descubro, pues, en mí esta realidad: cuando quiero hacer el bien, me encuentro con el mal. Y aunque en lo más íntimo de mi ser me agrada la ley de Dios, percibo en mi cuerpo una tendencia contraria a mi razón, que me esclaviza a la ley del pecado, que está en mi cuerpo.

¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, esclavo de la muerte? ¡La gracia de Dios, por medio de Jesucristo, nuestro Señor!


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según Lucas
Lc 12, 54-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «Cuando ustedes ven que una nube se va levantando por el poniente, enseguida dicen que va a llover, y en efecto, llueve. Cuando el viento sopla del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?

Cuando vayas con tu adversario a presentarte ante la autoridad, haz todo lo posible por llegar a un acuerdo con él en el camino, para que no te lleve ante el juez, el juez te entregue a la policía, y la policía te meta en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de ahí hasta que pagues el último centavo».


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


«Los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente». El Papa Francisco repitió en más de una ocasión esta invitación al cambio durante la misa que celebró el viernes 23 de octubre, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta. Una invitación a obrar «sin miedo» y «con libertad», manteniendo distancia de los conformismos tranquilizadores y permaneciendo «firmes en la fe en Jesús» y «en la verdad del Evangelio», pero moviéndose «continuamente según los signos de los tiempos».

Para la reflexión el Pontífice partió de las lecturas de esta última parte del año litúrgico, que proponen en especial la carta a los Romanos. «Hemos destacado —recordó al respecto— cómo Pablo predica con tanta fuerza la libertad que tenemos en Cristo». Se trata, explicó el Papa, de «un don, el don de la libertad, de la libertad que nos ha salvado del pecado, que nos ha hecho libres, hijos de Dios como Jesús; esa libertad que nos conduce a llamar a Dios Padre». Así, pues, el Papa Francisco añadió que «para tener esta libertad debemos abrirnos a la fuerza del Espíritu y comprender bien qué sucede dentro de nosotros y fuera de nosotros». Y si los «días pasados, la semana pasada», nos habíamos detenido en «cómo distinguir lo que sucede dentro de nosotros: lo que viene del buen Espíritu y lo que no viene de él», o sea sobre el discernimiento de lo que «sucede dentro de nosotros», en la liturgia del día el pasaje del Evangelio de san Lucas (12, 54-59) exhorta a «mirar hacia fuera», haciendo «reflexionar sobre cómo valoramos las cosas que suceden fuera de nosotros».

He aquí entonces la necesidad de preguntarnos acerca de «cómo juzgamos: ¿somo capaces de juzgar?». Para el Papa «las capacidades la tenemos» y Pablo mismo «nos dice que nosotros juzgaremos al mundo: nosotros cristianos juzgaremos al mundo». También el apóstol Pedro dice algo análogo cuando «nos llama estirpe electa, sacerdocio santo, nación elegida precisamente para la santidad».

En definitiva, aclaró el Pontífice, nosotros cristianos «tenemos esta libertad de juzgar lo que sucede fuera de nosotros». Pero —advirtió— «para juzgar debemos conocer bien lo que sucede fuera de nosotros». Y entonces, se preguntó el Papa Francisco, «¿cómo se puede hacer esto que la Iglesia llama “conocer los signos de los tiempos”?».

Al respecto el Papa dijo que «los tiempos cambian. Es característico de la sabiduría cristiana conocer estos cambios, conocer los diversos tiempos y conocer los signos de los tiempos. Qué significa uno y qué significa lo otro». Cierto, el Papa es consciente de que esto «no es fácil. Porque nosotros escuchamos muchos comentarios: “He escuchado que lo sucedió allá es esto y lo que sucede allá es otra cosa; he leído esto, me han dicho esto…». Pero, añadió inmediatamente, «yo soy libre, debo emitir mi propio juicio y comprender qué significa todo esto». Y «se trata de un trabajo que a menudo nosotros no hacemos: nos conformamos, nos tranquilizamos con “me han dicho, he escuchado, la gente dice, he leído…”. Y así nos quedamos tranquilos». En cambio deberíamos preguntarnos: «¿Cuál es la verdad? ¿Cuál es el mensaje que el Señor quiere darme con ese signo de los tiempos?».

Come es habitual el Papa propuso también sugerencias prácticas «para comprender los signos de los tiempos». Ante todo, dijo, «es necesario el silencio: hacer silencio y mirar, observar. Y después reflexionar dentro de nosotros. Un ejemplo: ¿por qué ahora hay tantas guerras? ¿Por qué ha sucedido todo esto? Y rezar». Por lo tanto, «silencio, reflexión y oración. Sólo así podremos comprender los signos de los tiempos, aquello que Jesús quiere decirnos».

Y en este sentido no hay pretextos. Aunque, en efecto, cada uno de nosotros se pueda ver tentado de decir: «Pero yo no estudié mucho… No fui a la universidad y tampoco a la escuela secundaria…», las palabras de Jesús no dejan espacio a dudas. Él no dice: «Mirad cómo hacen los universitarios, mirad cómo proceden los doctores, mirad cómo lo hacen los intelectuales…». Al contrario, dice: «Mirad a los campesinos, a los sencillos: ellos, en su sencillez, saben comprender cuando llega la lluvia, cómo crece la hierba; saben distinguir el trigo de la cizaña». Como consecuencia «esa sencillez —si va acompañada por el silencio, la reflexión y la oración— nos hará comprender los signos de los tiempos». Porque, recordó, «los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente. Tenemos que cambiar firmes en la fe en Jesucristo, firmes en la verdad del Evangelio, pero nuestro obrar se debe mover continuamente según los signos de los tiempos».

Al término de su reflexión el Pontífice volvió a la reflexión inicial. «Somos libres —afirmó— por el don de la libertad que nos dio Jesucristo. Pero nuestro trabajo es examinar lo que sucede dentro de nosotros, discernir nuestros sentimientos, nuestros pensamientos; y analizar lo que sucede fuera de nosotros, discernir los signos de los tiempos». ¿Cómo? «Con el silencio, con la reflexión y con la oración», repitió como conclusión de la homilía.

(Santa Marta, 23 de octubre de 2015)


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