Homilía del 26 de Noviembre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 25 de Noviembre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura del libro del Profeta Daniel
Dn 2, 31-45

En aquellos días, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor: «Tú, rey, has tenido esta visión: viste delante de ti una estatua, una estatua gigantesca, de un brillo extraordinario y de aspecto imponente. La cabeza de la estatua era de oro puro; el pecho y los brazos, de plata; el vientre y los muslos, de bronce; las piernas, de hierro; y los pies, de hierro mezclado con barro.

Tú la estabas mirando, cuando de pronto una piedra que se desprendió del monte, sin intervención de mano alguna, vino a chocar con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Entonces todo se hizo añicos: el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro; todo quedó como el polvo que se desprende cuando se trilla el grano en el verano y el viento se lo lleva sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte, que llenó toda la tierra.

Este fue tu sueño y ahora te lo voy a interpretar. Tú, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino y el poder, el dominio y la gloria, pues te ha dado poder sobre todos los hombres, sobre las bestias del campo y las aves del cielo, para que reines sobre ellos, tú eres la cabeza de oro.

Después de ti surgirá un reino de plata, menos poderoso que el tuyo. Después vendrá un tercer reino, de bronce, que dominará toda la tierra. Y habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro; así como el hierro destroza y machaca todo, así él destrozará y aplastará a todos.

Los pies y los dedos de hierro mezclado con barro que viste, representan un reino dividido; tendrá algo de la solidez del hierro, porque viste el hierro mezclado con el barro. Los dedos de los pies, de hierro y de barro, significan un reino al mismo tiempo poderoso y débil. Y el hierro mezclado con el barro quiere decir que los linajes se mezclarán, pero no llegarán a fundirse, de la misma manera que el hierro no se mezcla con el barro.

En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni dominado por ninguna otra nación. Destruirá y aniquilará a todos estos reinos y él durará para siempre. Eso significa la piedra que has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, y que redujo a polvo el barro, el hierro, el bronce, la plata y el oro.

El Dios grande ha manifestado al rey lo que va a suceder. El sueño es verdadero, y su interpretación, digna de crédito».


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según Lucas
Lc 21, 5-11

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: «Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido».

Entonces le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?»

Él les respondió: «Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin».

Luego les dijo: «Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles».


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


Al mundo «no le gusta pensar» en las últimas realidades, pero también estas forman parte de la existencia humana. Y si se vive «en la fidelidad al Señor», después de la muerte corporal «no tendremos miedo» de presentarnos frente a Jesús para su juicio. Siguiendo el camino de la «última semana del año litúrgico», el Papa Francisco dedicó la homilía de la misa celebrada en Santa Marta el martes 22 de noviembre, a una reflexión sobre el final: «sobre el final del mundo, sobre el final de la historia; sobre el final de cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros tendrá su final».

Un argumento que, quizá, «amarga la jornada», porque, dijo el Pontífice, «no gusta pensar en estas cosas» o darse cuenta de que «cuando uno de nosotros se haya ido, pasarán los años y después de mucho tiempo casi nadie nos recordará». Pero, añadió, «es la verdad. Es lo que la Iglesia nos dice: todos tendremos un final». Una verdad con la que estamos llamados a enfrentarnos. Al respecto, el Papa reveló: «Yo tengo una lista, una agenda donde escribo cuando muere una persona —amiga, pariente— el nombre allí y cada día veo ese día, el aniversario de quien es: «¡Pero este murió hace veinte años! ¡Cómo ha pasado el tiempo! ¡Este otro hace treinta años, cómo ha pasado el tiempo!» Esta realidad común a todos, dijo Francisco «nos obliga a pensar qué dejamos, cuál es la huella que ha dejado nuestra vida».

Se habla de ello en la primera lectura del día, del libro de la Apocalipsis (14, 14-19), en la que se lee sobre «siega, de vendimia, de cosecha», pero también de «prueba de la calidad del grano, de la uva». Es decir, explicó el Papa, «después del final habrá un juicio. Todos seremos juzgados, cada uno de nosotros será juzgado». Por eso «nos hará bien pensar: Pero ¿cómo será ese día en el que estaré delante de Jesús», cuando el Señor me pedirá que le rinda cuentas de los «talentos que me ha dado» o de «cómo ha estado mi corazón cuando ha caído la semilla»?. Recordando las «parábolas del reino de Dios» el Pontífice sugirió plantearse algunas preguntas «¿Cómo he recibido la Palabra? ¿Con el corazón abierto? ¿La he hecho brotar por el bien de todos o a escondidas?». Un examen de conciencia útil y justo porque «todos seremos juzgados» y cada uno se reencontrará «delante de Jesús». No conocemos la fecha, pero «sucederá».

También en el Evangelio, extraído de un pasaje de Lucas (21, 5-11), se encuentran consejos al respecto. Y los da el mismo Jesús, que exhorta: «¡No os dejéis engañar!». ¿A qué engaño se refiere? Es «el engaño — explicó el Papa— de la alienación, del aislamiento»: el engaño por el cual «yo estoy distraído, no pienso, y vivo como si nunca tuviera que morir». Pero, se preguntó «cuando vendrá el Señor, que vendrá como un rayo, ¿cómo me encontrará? ¿Esperando o en medio de tantas alienaciones de la vida, engañado por las cosas que son superficiales, que no tienen trascendencia?».

Por tanto, estamos frente a una auténtica «llamada del Señor para pensar seriamente en el final: en mi final, en el juicio, mi juicio». Al respecto, el Pontífice recordó que «de pequeño», cuando iba «a catequesis», les enseñaban «cuatro cosas: muerte, juicio, infierno o gloria».

Cierto, alguno podría decir: «Padre, esto nos asusta». Pero, respondió Francisco: «es la verdad. Porque si tú no cuidas el corazón, para que el Señor esté contigo y tú vives alejado del Señor siempre, quizá hay un peligro, el peligro de continuar así alejado del Señor por la eternidad. ¡Esto es muy feo!».

Es por esto que, concluyó el Papa «hoy nos hará bien pensar en esto: ¿cómo será mi final? ¿Cómo será cuando me encuentre delante del Señor». Y para ir al encuentro de los que podrían estar asustados o entristecidos por esta reflexión, el Pontífice hizo referencia al pasaje del canto al Evangelio tomado de la Apocalipsis (2, 10): «Sé fiel hasta la muerte — dice el Señor— y te dará la corona de la vida». Esta es la solución a nuestros miedos: «la fidelidad al Señor: y esto no decepciona». De hecho, «si cada uno de nosotros es fiel al Señor, cuando venga la muerte, diremos como Francisco: “hermana muerte, ven”. No nos asusta». Y también el día del juicio «miraremos al Señor» y podremos decir: «Señor tengo muchos pecados, pero he tratado de ser fiel». Y ya que «el Señor es bueno», aseguró el Papa, «no tendremos miedo».

(Santa Marta, 22 de noviembre de 2016)


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