Homilía del 9 de Agosto de 2023: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 9 de Agosto de 2023: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura del libro de los Números

Num 13, 1-2. 25–14, 1. 26-29. 34-35

En aquellos días, el Señor le habló a Moisés en el desierto de Parán y le dijo: «Envía algunos hombres, uno por cada tribu paterna, para que exploren la tierra de Canaán, que le voy a dar a los hijos de Israel».

Al cabo de cuarenta días volvieron los exploradores, después de recorrer toda aquella tierra. Fueron a presentarse ante Moisés, Aarón y toda la comunidad de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades. Les mostraron los productos del país y les hicieron la siguiente relación:

«Fuimos al país a donde nos enviaste y de veras mana leche y miel, como puedes ver por estos frutos. Pero el pueblo que habita en el país es poderoso; las ciudades están fortificadas y son muy grandes y hasta hemos visto ahí gigantes, descendientes de Anac. Los amalecitas ocupan la región del sur; los hititas, amorreos y yebuseos ocupan la montaña; y los cananeos, la orilla del mar y la ribera del Jordán».

Caleb, uno de los exploradores, calmó al pueblo, que empezaba a criticar a Moisés y les dijo: «Vayamos y conquistemos el país, porque sin duda podremos apoderarnos de él». Pero los demás hombres que habían ido con Caleb, dijeron: «No podemos atacar a ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros». Y empezaron a hablar mal del país que habían explorado, diciendo: «El país que hemos recorrido y explorado, no produce lo suficiente ni para sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto ahí es muy alta. Hemos visto hasta gigantes, descendientes de Anac; junto a ellos parecíamos saltamontes, y como tales nos veían ellos». Al oír esto, toda la comunidad se puso a gritar y se pasó llorando toda la noche.

Entonces el Señor les habló a Moisés y Aarón y les dijo: «¿Hasta cuándo va a seguir protestando contra mí esta comunidad perversa? He oído las quejas de los hijos de Israel contra mí.

Ve y diles: ‘Por mi vida, dice el Señor, voy a hacer con ustedes lo que han pedido que suceda. Por haber hablado mal de mí, morirán en el desierto todos los que fueron registrados en el censo, de veinte años para arriba. Les juro que no entrarán en la tierra que prometí darles, con excepción de Caleb, hijo de Yefuné, y de Josué, hijo de Nun.

Así como ustedes emplearon cuarenta días en explorar el país, así cargarán con sus pecados cuarenta años por el desierto, a razón de un año por día. Así sabrán lo que significa desobedecerme. Yo, el Señor, he hablado. Esto es lo que haré con esta
comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto van a consumirse y en él van a morir’ «.

EVANGELIO DEL DÍA

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

Mt 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: «Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio». Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: «Atiéndela, porque

viene gritando detrás de nosotros». Él les contestó: «Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel».

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: «¡Señor, ayúdame!» El le respondió: «No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas». Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos estar preparados para encontrarnos con Él. […] La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que nutre, hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar preparados para el encuentro con el Señor no es sólo la fe, sino una vida cristiana llena de amor y caridad por el prójimo. Si nos dejamos guiar por lo que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, incapaz de dar vida a los demás, y no acumulamos ninguna provisión de aceite para la lámpara de nuestra fe; y esto, la fe, se extinguirá en el momento de la venida del Señor, o incluso antes. Si, por el contrario, estamos vigilantes y tratamos de hacer el bien, con gestos de amor, de compartir, de servicio al prójimo en dificultad, podemos permanecer tranquilos esperando la venida del esposo: el Señor puede venir a cualquier momento, y también el sueño de la muerte no nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las buenas obras de cada día. La fe inspira la caridad y la caridad preserva la fe.

(Ángelus, 12 de noviembre de 2017)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *