Homilía del 26 de Diciembre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

Homilía del 26 de Diciembre de 2019: Evangelio y Palabra del Día

LECTURA DEL DÍA


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
Hch 6, 8-10; 7, 54-60

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales entre la gente. Algunos judíos de la sinagoga llamada «de los Libertos», procedentes de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no podían refutar la sabiduría inspirada con que hablaba. Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él.

Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Diciendo esto, se durmió en el Señor.


EVANGELIO DEL DÍA


Evangelio según san Mateo
Mt 10, 17-22

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará».


HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO


«Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará».

Estas palabras del Señor no turban la celebración de la Navidad, sino que la despojan del falso revestimiento empalagoso que no le pertenece. Nos hacen comprender que en las pruebas aceptadas a causa de la fe, la violencia es derrotada por el amor, la muerte por la vida.

Para acoger verdaderamente a Jesús en nuestra existencia y prolongar la alegría de la Nochebuena, el camino es justo el que indica este Evangelio.

Es decir, testimoniar a Jesús en la humildad, en el servicio silencioso, sin miedo a ir contracorriente y pagar en persona.

Y, si no todos están llamados, como san Esteban, a derramar su propia sangre, a todo cristiano se le pide sin embargo que sea coherente, en cada circunstancia, con la fe que profesa.

Es la coherencia cristiana, es una gracia que debemos pedir al Señor: ser coherentes, vivir como cristianos. Y no decir soy cristiano y vivir como pagano. La coherencia es una gracia que hay que pedir hoy.

Seguir el Evangelio es ciertamente un camino exigente – pero ¡bello, bellísimo! – el que lo recorre con fidelidad y valentía recibe el don prometido por el Señor a los hombres y a las mujeres de buena voluntad. Como cantan los ángeles el día de Navidad: ¡paz, paz!

Esta paz donada por Dios es capaz de apaciguar la conciencia de todos los que, a través de las pruebas de la vida, saben acoger la Palabra de Dios y se comprometen en observarla con perseverancia hasta el final.

Hoy, hermanos y hermanas, oremos, en particular, por cuantos son discriminados, perseguidos y asesinados por su testimonio de Cristo. Quisiera decir a cada uno de ellos: si llevan esta cruz con amor, han entrado en el misterio de la Navidad, han entrado en el corazón de Cristo y de la Iglesia.

Recemos también para que, gracias al sacrificio de estos mártires de hoy – son tantos, tantísimos – se fortalezca en todo el mundo el compromiso para reconocer y asegurar concretamente la libertad religiosa, que es un derecho inalienable de toda persona humana.

Queridos hermanos y hermanas, les deseo que pasen serenamente las fiestas navideñas. Que san Esteban, diácono y protomártir, nos sostenga en nuestro camino cotidiano, que esperamos coronar, al final, en la fiesta alegre de la asamblea de los santos en el Paraíso

(Reflexión antes del rezo del Ángelus, 30 de diciembre de 2014)


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *